Lectura, niños, alcachofas y ranas

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Autor mexicano de quince libros para niños y ganador de más de diez premios por su obra, entre los que destacan el Gran Angular y el Barco de Vapor, Antonio Malpica, también hermano de Javier Malpica, es un hombre que mantiene una memoria fresca y un corazón divertido.
Tuve el placer de escuchar sus recuerdos y reflexiones en el Seminario Internacional de Fomento a la Lectura de la FILIJ 2008, que se realizó en el Teatro de las Artes del CENART en la ciudad de México, del 17 al 20 de noviembre.
El teatro estaba lleno, ni una butaca vacía. A lo lejos, en el escenario, una mesa con el emblema de la feria, el editor Daniel Goldin, Antonio Malpica y una cajita de colores.
“Me senté a escribir una noche: La experiencia lectora, por Antonio Malpica, cuando se me apareció un hada –esa hada que se le aparece a todos los escritores—, Yo seguí escribiendo: Antonio Malpica comenzó a leer desde los cuatro años, y a los seis leyó la Guerra y la Paz … El hada me dijo: ¿Qué haces Antonio?... Escribo lo que la gente espera escuchar o leer en una conferencia tan importante como esta…El hada se me quedó viendo muy seria, y entonces, me regaló una cajita, ésta cajita –dijo Antonio Malpica señalando la cajita que ya a todos los espectadores nos había intrigado—, al abrir su tapa despacio –prosiguió el autor mientras la abría lentamente—, ¡Pum! El primer recuerdo: Mi infancia y mis primeros actos delictivos, porque déjenme decirles que yo fui un delincuente natural”, y entre risas perdidas en el teatro, Antonio volvió a cerrar la caja y comenzó a enumerar sus fechorías: “1.- Recordé que un día me robé un trozo de bistec, y, para que mi madre no lo descubriera, me lo comí en el baño; 2.- Otro día le demostré a una niña de la escuela que… ella y yo… éramos distintos; 3.- Javier y yo salimos rumbo a la escuela, pero nos quedábamos en el parque… hasta que una señora nos quemó con mi mamá, y ya regresamos a la escuela, pero fueron quince días estupendos. Nunca más mi mamá nos volvió a dejar ir solos a la escuela; 4.- Recodé también que un día, a la hora del recreo, vimos al maestro de tercero rodeado de niños, sostenía una joya verde brillante que había sacado de la tierra. Esa misma tarde mi hermano y yo brincamos la barda y entramos a escuela para escarbar y escarbar sin éxito alguno. Fue una gran aventura, y creo que valió la pena, sólo que uno se acuerda cuando ya tiene cuarenta y un años.”
“Y ustedes me dirán –continuó después de una breve pausa—, ¿esto qué tiene que ver con la experiencia lectora? Pues bien, yo les diré que todo tiene que ver con esta cajita –mostró de nuevo la cajita y continuó—, el hada me dijo que el verdadero dueño del universo es el niño.”
Mientras decía lo anterior, Antonio Malpica levantó la tapa de la cajita y sacó de ella algo que mis ojos no alcanzaron a distinguir desde mi butaca. Los otros asistentes también trataron de agudizar su mirada, pero no pudimos ver nada hasta que la pantalla gigante proyectó un acercamiento a la palma de Antonio que sostenía una rana verde pequeñita.
“Esto es lo que fuimos a buscar a la escuela mi hermano y yo esa tarde. Nosotros, niños de ciudad, no conocíamos una de estas, por eso cuando el hada me regaló esta cajita con esta rana entonces me acordé, me di cuenta que lo que los niños necesitan para ser felices es ser niños.”
La rana saltó de la palma de Antonio, por lo que éste la guardó de nuevo en la cajita por seguridad de la rana, supongo, y tranquilidad de los asistentes, y así continuó: “Yo no fui un niño lector, pero fui un niño feliz y ahora pienso que los adultos pensamos las cosas al revés. En realidad los niños son nuestros patrones, los adultos tenemos que ocuparnos de tener una casa, un coche, una cuenta bancaria para que los niños puedan dedicarse a lo que es verdaderamente importante.”
“Los niños no necesitan de los libros para ser felices, por eso digo que los libros son como las alcachofas, son un invento de los adultos, pero que podemos ponerlo al servicio de los niños en esa misma felicidad de ser niños. Lo que hacemos los escritores que escribimos para niños es tratar de acodarnos de nuestra infancia para no sacar a los niños de ese estado maravilloso, ni intentar dar mensajes, ni nada parecido, sino que la lectura de un cuento sea un juego más.”
Así de sencillo y complicado es el proceso, pensaba yo mientras tanto, sobre todo cuando la primera asociación que hacen los niños a partir de los libros es hacia la escuela, a la que se añade una imposición; mas difícilmente los niños asocian los libros con el recreo o las vacaciones, como refiere Malpica a continuación: “Pienso que la infancia es como unas largas vacaciones a las que nos llevamos un buen libro y nunca tenemos oportunidad de abrirlo.”
“Los libros tienen que acercarse a los niños, pero de una forma natural. El libro hace su mejor esfuerzo y lo que los adultos tenemos que hacer es poner a los niños y los libros solos en un mismo espacio y dejar que la magia se dé.”
Antonio Malpica reiteró una y otra vez que no fue un niño lector; sin embargo, tuvo la experiencia de ser niño y la sabiduría de conservar el recuerdo fresco en la memoria hasta que se dio la magia entre él y los libros, la magia que no lo convirtió en una rana verde brillante sino en un escritor de libros para niños. “A treinta y tres años de que ocurrió aquella anécdota, añoré aquella joya verde cuando tuve a la rana en la mano, pero es verdad que la lectura es también una joya, sólo hay que dejar que los niños se acerquen, la gocen, jueguen con ella y disfruten.”

También publicado por el periódico Por Esto! y en www.poresto.net